jueves, 13 de julio de 2023

1919 - Fernando Carbajal Marqués

 


Según consta en este recordatorio de hace 75 años de un periódico asturiano,  mi bisabuelo Fernando Carbajal Marqués, su hijo mayor Valentín y un marinero llamado Victoriano Rodríguez, fallecieron en 1919 en un naufragio a la entrada del puerto de Gijón. Al parecer sólo consiguió sobrevivir otro hijo de mi bisabuelo llamado José.

He conseguido el certificado de defunción de mi bisabuelo, en el cual se especifica que el trágico accidente sucedió el día 28/04/1919 y que realmente Fernando tenía 39 años y no 44 como dice el recorte (esto coincide con mis datos de que su nacimiento ocurrió en 1879).

Debió de ser muy duro en aquella época, para mi bisabuela Yudita López Alonso, quedarse viuda con siete hijos (uno de ellos, llamado Miguel, aún en su tripa) y que todos salieran adelante. Me quito el sombrero ante mi bisabuela y ante todas las mujeres de la mar con desgracias similares.

Mi bisabuelo Fernando Carbajal Marqués era natural de Cudillero, así como casi todos mis antepasados maternos hasta donde he recopilado datos (en el árbol genealógico de momento he llegado hasta Francisco Carbajal nacido aproximadamente en 1690 casado el 13/10/1714 con Ana Menéndez. Luego ya se pierde la pista en los archivos bautismales de Cudillero).

He localizado en la hemeroteca del periódico asturiano El Comercio el artículo completo al que hace mención el recorte y lo transcribo a continuación, dejando el enlace de la fuente de referencia al final:

NAUFRAGIO A LA ENTRADA DEL PUERTO

Al abocar la barra zozobra un batel, ahogándose el patrón, un hijo suyo y un marinero.

SOLO  CONSIGUE SALVARSE UNO DE LOS TRIPULANTES

 

Alarma en los muelles

Naufragio a la entrada del puerto. -Un golpe de mar hace zozobrar a un batel-¿Perecieron todos los tripulantes?

Serían aproximadamente las seis y media de la mañana, cuando empezaron a circular por los muelles rumores alarmantes de que a la entrada del puerto había zozobrado uno de los botes que, de retorno de sus faenas de pesca, se disponía a abocar la barra en dirección al muelle local.

Las noticias que en un principio se escuchaban de labios de algunos marineros no podían ser más dolorosas, pues se aseguraba que habían perecido ahogados los que tripulaban la embarcación.

Como reguero de pólvora corrió la noticia por todo el barrio alto, causando entre aquel vecindario la consternación que es de esperar, al considerar que muchas de aquellas familias tenían a varios de sus deudos en la mar, dedicándose a las faenas de la pesca.

Nadie sabía decir el nombre de la embarcación zozobrada y eso hacía que la ansiedad de los vecinos de Cimadevilla fuera mucho mayor, pues quien más y quien menos, temía que entre las víctimas hubiese alguna de las personas de su familia.

El revuelo que se formó en el barrio Alto, no es para descrito. Numerosas mujeres, hombres y niños, corrían en tropel hacia el muelle a saber noticias concretas de lo sucedido y enterarse de los nombres de las víctimas que, de momento se ignoraban.

Ya sabemos que en casos de esta naturaleza las gentes dan amplios vuelos a su fantasía y  hacen aún más dolorosas estas desgracias, aumentando las proporciones que hayan tenido.

Por eso es de considerar cuáles no serían las escenas de dolor que al conocerse la primer noticia de la catástrofe se desarrollarían en los muelles.

En el muro de Liquerica

Público inmenso.-el estado del mar.-Peligro inminente.-Escenas desgarradoras.

Toda la gente que bajaba al muelle a enterarse de lo sucedido, al saber que la catástrofe había sido en las inmediaciones de la barra, corría presurosa al muro de Liquerica, desde donde se veía el terrible cuadro que ofrecían los náufragos, luchando desesperadamente con las olas para librarse de la muerte.

La parte alta del malecón de Liquerica ofrecía imponente aspecto. Gran número de hombres, mujeres y niños se hallaban allí presenciando la desgarradora escena que ante ellos se les presentaba. Las voces de auxilio de los náufragos se entremezclan con los gritos del dolor de aquella gente, que consideraba el trance en que se encontraban aquellos infelices marineros que tan cerca tenían su fin.

El estado del mar era imponentísimo. El oleaje batía con furia impulsado por el fuerte viento reinante.

A la entrada de la barra veiase a una pequeña embarcación vuelta con la quilla al sol y asida a ella los hombres que venían tripulándola en el momento del naufragio. El correr en auxilio de ellos era peligrosísimo y sobre todo el acercarse a la lancha. Júzguese por lo expuesto el dolor inmenso de cuantos presenciaban aquel cuadro desgarrador.

A auxiliar a los náufragos

Preparativos en el puerto.-Sale el vapor “Covadonga”.-La marejada le impide acercarse a la lancha.-Sigue el musel.-Marineros heróleos.-la trainera “Marcelina”.-Tampoco logran sus propósitos.-Tiene que regresar a puerto.

Inmediatamente que se supo la noticia del naufragio en los muelles, que fue al instante de ocurrir, los numerosos marineros que a dicha hora se encontraban por las inmediaciones de la antigua Aduana, se ofrecieron a acudir en auxilio de los náufragos sin tener en cuenta el peligro que esto ofrecía por el estado del mar. Tratose de que salieran a prestar ese humanitario servicio alguno de los buques pesqueros surtos en el puerto, pero se tropezaba con la dificultad de que unos por falta de presión y otros porque no estuviese a bordo la maquinaria o el patrón no podían hacerlo.

A todo esto, los náufragos, asidos a la quilla de la embarcación, continuaban demandando auxilio poseídos del natural terror, pues poco a poco las fuerzas les iban faltando para sostenerse a flote.

Fue entonces cuando el vapor “Covadonga” corrió a auxiliarles, llevando entre la tripulación a dos obreros carreteros y a un ingeniero del vapor “Asturias” llamado Eugenio. Llegó el “Covadonga” hasta el lugar en que ocurrió el naufragio, pero era tal la fuerza con que allí batía el mar, que el buque hubo de continuar viaje al Musel, pues el oleaje le azotaba contra uno de aquellos bajos. Por esta causa, no pudieron salvar a los náufragos, que seguían manteniéndose agarrados a la embarcación zozobrada.

Viendo que el “Covadonga” no había podido auxiliar a los náufragos, salió del muelle la trainera “Marcelina”, propiedad del conocido armador don Plácido Menéndez, patroneada por Francisco Sanz, popularmente llamado “El Rigiletu” y llevando como tripulantes a los marineros Fructuoso Pompeyo, José Cobiella, Marcelino Marino, José González Mieres y otro llamado José el Pebetu. Con grave riesgo de sus vidas, estos arriesgados marineros llegaron con la trainera hasta cerca de donde estaba el bote; pero todos sus esfuerzos resultaron inútiles. Tampoco lograron prestar el humanitario servicio que se habían propuesto y con harto dolor hubieron de regresar a puerto.

Todos estos trabajos eran presenciados por el inmenso público que se había aglomerado en la parte alta de Liquerica, y cuyo terror aumentaba por momentos al considerar el gran peligro que corrían los tripulantes de las embarcaciones que acudían en auxilio de sus infelices compañeros.

Salvan a uno de los náufragos

La vapora “Dos Hermanos”.-Salen a auxiliar a los náufragos.-Los que tripulan la vapora.-Lanzan un calabrote a uno de los marineros.-Es salvo.

En vista de que tampoco la trainera “Marcelina” había logrado prestar auxilio a los náufragos, el popular marino gijonés Calixto Muñiz González, patrón del vapor “Covadonga” embarcó en la vapora “Dos Hermanos núm. 2”, de la matrícula de Candas que acababa de llegar a puerto conduciendo percebos y salió a auxiliarlos, llevando como tripulantes a dos hermanos del que patroncaba la lancha zozobrada y a un marinero llamado Marcelino Marino que ya había embarcado en la trainera antes mencionada.

Cuando llegaron cerca del sitio del naufragio sólo vieron asido a la quilla del bote a uno de los marineros, el más joven de todos. Como no podían acercarse a la embarcación pues fácilmente el oleaje podría estrellarla contra el casco de la vapora, lanzaron al agua un calabrote, al cual se asió fuertemente el náufrago. Durante esta operación, un fuerte golpe de mar lanzó a la vapora casi sobre el bote, viéndose un inminente peligro de ser aplastado por aquélla el joven que se mantenía agarrado al cable que le largaron desde el buque. Poco después, consiguieron meter a bordo al pobre joven.

De haber tardado más en auxiliarle habría perecido como sus desgraciados compañeros, que, faltos de fuerzas, habían sido separados de la embarcación por el oleaje.

Suspenden los trabajos de salvamento

En busca de los demás náufragos.-Una avería.-Temen explote la caldera.-Regresan a puerto.

Como decimos más arriba, a bordo de la vapora que acudió a prestar auxilio a la embarcación zozobrada, iban dos hermanos del patrón de ésta. Inmenso fue el dolor de aquellos dos hombres al ver que su hermano había desaparecido cuando llegaron al lugar del naufragio. El joven que consiguieron salvar era, como veremos más adelante, hijo del patrón. La escena que se desarrolló a bordo de la vapora entre el mencionado joven y sus tíos fue emocionante, causando dolorosa impresión a cuantos la presenciaron. El joven se hallaba extenuádisimo por la lucha que se vio obligado a sostener con las olas para mantenerse a flote.

A unos cuarenta metros de distancia del bote, y por la parte Este, vieron flotando el cuerpo de uno de los tripulantes del bote. Aún daba señales de vida. Los de la vapora intentaron recogerlo; pero cuando se disponían a ello, avisó el maquinista al patrón de que se hallaban en gran peligro de perecer todos.

-¿Qué ocurre?-Preguntó el patrón.

-Que hay una importante avería en la caldera. Falta agua en ella, y estamos expuestos a que sobrevenga una explosión-respondió el maquinista.

-¿No podremos esperar un momento más, a ver si podemos recoger el cuerpo de uno de los náufragos, que está flotando en el mar?-dijo aquél.

-Imposible. No hay tiempo que perder. Tenemos que volver a puerto inmediatamente, pues de lo contrario, podríamos perecer todos.

Por tal motivo, viraron en redondo y retornaron a nuestro puerto. Tan pronto como llegaron a los muelles locales desembarcaron al superviviente del naufragio y le condujeron a una casa para auxiliarle pues se encontraba muy decaído. Le atendieron con toda solicitud para hacerlo reaccionar.

Cómo ocurrió el naufragio

El batel “María”.-De regreso de la pesca-.Arriban al Musel.-Deciden venir a Gijón. Al abocar la barra.-Se anega la embarcación.-Un golpe de mar lo hace volcar.

La embarcación zozobrada era el batel “María”, de esta matrícula. Había salido de Gijón el domingo por la noche a las faenas de pesca de sardina.

Terminada la marea se dirigieron a este puerto conduciendo buena cantidad de sardina. A eso de las tres de la mañana, hora en que regresaban de la mar, la marejada reinante era fuerte y el viento soplaba con violencia. En vista de ello el patrón del “María” decidió arribar al Musel, como así lo hicieron sin ningún contratiempo.

Permanecieron en el puerto exterior hasta las seis o seis y cuarto de la mañana en que determinaron venir a los muelles locales, pues parecía que el temporal había amainado algo, aunque el oleaje batía con furia sobre todos los bajos de la costa.

Favorecidos por el viento, envergaron la vela y se dirigieron a Gijón.

Cuando iban navegando entre el bajo San Justo y el canal de la barra una fuerte racha de viento hizo dar una cabezada a la embarcación y el agua penetró en el bote por la parte de proa. Apresuráronse los tripulantes a arriar la vela por temor a un naufragio; pero ya era tarde. La lancha estaba anegada casi por completo.

Diéronse cuenta del peligro en que se hallaban de perecer ahogados los que ocupaban la embarcación y empezaron a demandar auxilio. En aquel instante el bote fue impulsado por el viento hacia la parte Este y como el timón no podía maniobrar por la gran cantidad de agua que había penetrado en la lancha hubieron de dejarse a merced del oleaje.

Por último, un golpe de mar hizo volcar el batel, el cual quedó con la quilla al sol y sus tripulantes asidos a ella.

Fue entonces cuando aquellos marineros arreciaron en la demanda de auxilio hasta que fueron oídos desde tierra. Y ya hemos dicho en la forma que acudieron a socorrerles así como el resultado que se obtuvo en aquellos solícitos servicios que prestaron arriesgados marineros.

Nombres de las víctimas

Los que tripulaban el “María”.-Perece el patrón, un hijo suyo y un marinero.-Eran vecinos de Cimadevilla.-No han sido hallados los cadáveres.

Tripulaban la embarcación, Fernando Carbajal, de 44 años de edad, casado; dos hijos suyos llamados Valentín y José, de 18 y 16 años de edad y el marinero Victoriano Rodríguez, de 35 años, casado, natural de Candás, y como sus compañeros vecino del Prado de don Gaspar. De los cuatro, solo consiguió salvarse el menor de los hijos del patrón que fue el que recogieron en la vapora “Dos Hermanos número 2”.

Todos ellos se mantuvieron asidos a la quilla del bote unos 20 minutos, hasta que fueron separados de ella por los golpes de mar, el patrón, su hijo mayor y Victoriano.

Los cadáveres de estos tres no han sido hallados, pues aunque a primera hora de la tarde se decía que el del patrón había aparecido cerca del sitio del naufragio envuelto en la red que llevaba el bote, no resultó cierta la noticia.

El desventurado patrón deja siete hijos y su mujer próxima al alumbramiento.

Ella se llama Yudita López y es hermana de uno de los marineros de la Corporación de prácticos del puerto, popularmente conocido por “Larolo”.

Los vecinos de la infeliz viuda procuraron ocultarle en el primer momento la noticia de la terrible desgracia por temor a las funestas consecuencias que podía ocasionarle. Poco a poco fueron dándole la mala nueva, desarrollándose desgarradoras escenas en el hogar de aquella desventurada familia, de cuyo dolor participaba todo el vecindario del barrio alto, en el que la catástrofe causó gran consternación.

En el momento del naufragio

El padre y dos hermanos del patrón del “María”.-Regresaban a puerto juntos.-No pueden auxiliarles.

Cuando el batel “María” sufrió el accidente que costó la vida a tres de sus cuatro tripulantes, regresaban a puerto en otra pequeña embarcación Valentín Carbajal y dos hijos suyos, uno de ellos llamado Manuel, padre y hermanos del desventurado patrón que pereció en el naufragio.

Diéronse cuenta de lo ocurrido; pero no pudieron prestarles auxilio, a causa del imponente estado del mar.

Con el dolor que es de suponer, entraron en el puerto, y el padre y los hermanos del infeliz patrón, embarcando los dos a bordo de la vapora que acudió a auxiliarles, y que, por desgracia, sólo pudo salvar al joven marinero.

Cuando se vieron obligados a suspender los trabajos de auxilio por la avería que observaron en la caldera de la vapora “Dos Hermanos núm.2”, perdieron aquellos hombres toda esperanza de salvar a sus deudos.

Estos, así como el marinero Victoriano, agotadas sus fuerzas por la lucha que hubieron de sostener con las olas, habían sido arrastrados por el mar desapareciendo.

Cuantos esfuerzos realizaron para hallar los cadáveres de las víctimas resultaron inútiles. No apareció ninguno de los dos venturados marineros.

La autoridad de Marina

Incoación de expediente.-Órdenes a las Ayudantías.-Los trabajos de salvamento.-Los que se distinguieron.

Tan pronto como la autoridad de Marina recibió noticia del naufragio ordenó se practicaran reconocimientos por toda la costa por si el mar arrojara a tierra alguno de los cadáveres. En igual sentido se telefoneó a todas las Ayudantías de la provincia por si en alguna de aquellas demarcaciones apareciese alguno de los cuerpos de los deventurados marineros.

El Juzgado de este distrito marítimo incoa el oportuno expediente. Al personarnos ayer en aquellas oficinas, nos manifestaron que se haría constar a los efectos consiguientes el arrojo con que muchos marineros acudieron a prestar auxilio a los náufragos, haciendo especial mención entre todos ellos, del patrón don Calixto Muñiz González y los marineros Marcelino Marino y José González.

Los elogios que se tributaban en todo Cimadevilla a cuantos se apresuraron a auxiliar a los tripulantes del batel zozobrado, eran unánimes y muy justificados, pues una vez más nuestros marineros dieron pruebas evidentes de sus sentimientos humanitarios y su desprecio a la vida por salvar la de compañeros suyos.

El joven marinero a quien consiguieron salvar los tripulantes de la vapora “Dos Hermanos número 2”, se encontraba ayer noche en grave estado a causa del tiempo que permaneció en el mar y enorme impresión que recibió al ver perecer a su padre, hermano Valentín y al marinero que les acompañaba.

El bote, impulsado por el oleaje fue a estrellarse contra las rocas del pedrero que existe detrás de la fábrica de aserrar maderas de los señores C. Bertrand y Compañía, quedando todo destrozado. Nada de lo que contenía la embarcación pudo ser recogido.

EL COMERCIO se asocia al inmenso dolor por que atraviesan en estos momentos las familias de los desventurados marineros, con las cuales comparte el dolor que les produjo desgracia tan tremenda, deseando al propio tiempo el pronto alivio del superviviente de esta catástrofe que tanta consternación produjo en nuestra villa.

Fuente de la que he extraído la información:

https://hemeroteca.elcomercio.es/29/04/1919/2/ae26ab5bf34695b4723b3afb0ebf491c.html?subedition=GIJ


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